Santiago, el gran Sabio
Todos tenemos a un Santiago en nuestra vida, ese abuelo grande de cabello y barba blancos, con sus manos arrugadas y la mirada profunda. Su hablado y su andar pausado, sereno en calma, su voz gruesa y ronca. Cuando vemos a un abuelo pensamos que su conocimiento amplio y profundo ha sido por toda la experiencia recorrida con los años. Esa sabiduría que lo hace actuar con sensatez, prudencia y acierto. Lo bonito de los abuelos como Santiago es que nos enseñan desde el ejemplo y el respeto.
Recuerdo que a Santiago le gustaba hacer preguntas a los niños, criaturas para el fascinantes porque viven el ahora desde la pasión y la curiosidad. Cualquier otro adulto que lo hubiera visto sentado en un parque hablando con lo niños pensaría que el viejo aprendía de los niños, pero al detenerse y escuchar sus conversaciones se daría cuenta que Santiago enseñaba a los niños creando historias de cuentos y metáforas que ayudaría desde la infancia a forjar adultos conscientes, responsables de sus pensamientos y de sus actos, con capacidad de análisis crítico y de decisión, pero con comportamientos compasivos y desde el amor.
Santiago iniciaba su día muy, muy temprano antes de salir el sol él ya había tomado una taza de café, fruta y pan contemplando la montaña y recibiendo la brisa fresca que bajaba de ella. En pijama y pantuflas salía a su jardín regaba y conversaba con sus flores, cada una con un nombre propio: Rebeca, Margarita, Rosita linda, Mariana… Su fiel amigo Domingo, un Golden dorado batía su cola a su lado y esperaba paciente que Santiago le pusiera comida, agua y por supuesto le diera el último bocado de su desayuno como premio.
Siempre en la mesa había un libro, leía un capítulo recitando en voz alta las letras que lo llevaban a tierras lejanas, aventuras, historias vidas de otros personajes. Con el tiempo había comprendido que no existía el afán, sentía que cada ser humano tenía un plan divino trazado y que las cosas que nos ocurren no pueden ser de otro modo, así que el secreto estaba en recibir estas situaciones viviéndolas de la mejor manera, aceptando y asumiendo que al vivirlas lo hagamos desde el amor y la compasión. No está en nuestras manos controlar los sucesos, está en nuestras manos recibirlos y disfrutar o aprender tomando lo mejor que nos brinda cada momento.
Siendo joven Santiago vivió como todos nosotros el rol del trabajo, para esa época su angustia y desesperación se concentraba en que su mente estaba continuamente preocupándose por el futuro y las cosas que podrían pasar, o en el pasado y como las cosas hubieran podido ser diferentes. Pero ahora a sus ochenta y tantos años solo disfrutaba el presente, aquí y ahora. Es tan solo este instante en el que tenemos el control, podemos dedicar atención y poner nuestro esfuerzo. Por esta razón disfrutaba tanto estar en el parque con los niños, son los mejores maestros del ahora, viven el presente, no hay tiempo ni espacio, solo ese instante donde son héroes y creadores de historias, quizá 5 minutos después están enfrascados con otro niño porque tomo su balde de arena y 5 minutos más tarde están escapando de un gigante volando en los columpios. Disfrutando siempre el ahora, el presente.
Algunas personas del pueblo se preocupaban porque el viviera solo, así que recibía constantes visitas que se convertían en tardes de reflexión, se hablaba de política, historia, economía; conversaciones de filosofía, ética y en ocasiones según la visitante espiritualidad. Para Santiago Dios, la fuente, el origen se encarga de regir y guiar nuestro destino, por ello la importancia de confiar y dejarnos fluir sin expectativas, encontrando que la única verdad que existe es el amor, y desde esa fuerza nunca estuvimos separados de nuestro origen, seguimos en el y por tanto todo lo que vivimos si no despertamos es una ilusión.
Las personas que iban a verlo sabían que el tenía la capacidad de ser imperturbable, no celebraba sus logros o lloraba sus pérdidas, había aprendido con los años a no ceder el control de su vida a las emociones que hacen parte de la razón, conocía su naturaleza y eran consciente de sus fortalezas, pero también de sus debilidades. Como tenía claro que todo hacía parte de un plan divino, esa razón le daba tranquilidad a su espíritu.
Estas tardeadas con sus amigos sacaban a más de uno de sus cabales, a lo que Santiago invitaba era que comprendieran que no podemos tener el control sobre las cosas que existen afuera de nosotros, el mundo, la realidad, las otras personas son factores externos. Solo somos capaces de percibir a través de nuestros sentidos algunas cosas de ese exterior y es por estos filtros, que creamos lo que creemos que es el mundo exterior.
Solo de nosotros dependen nuestros pensamientos y acciones. Nada ni nadie pueden dañarte, tú decides si seguir o no el plan de tu alma. Eso es lo significa la libertad, perseguir aquello de lo que puedes ser libre: el control y conocimiento de sí mismo.
Santiago continuara viviendo en su casa en la montaña hasta el final de sus días, con su comida, sus flores, el río, su perro Domingo, el cantar de los pájaros. Su vida es la aceptación total de las leyes del universo, que se equilibran a través de la naturaleza. Vive una buena vida, siendo su mayor placer la paz y tranquilidad, la felicidad de simplemente SER.