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Sergio el Jinete

Actualizado: 30 may 2019

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Me encanta la sensación de estar sobre mi caballo... decía Sergio siempre que terminada su cabalgata y dejaba a Tiro, su caballo; en el establo. Es que me siento, uno con este caballo.

Sergio llevo sus ojos arriba y dijo: recuerdo la primera vez que de niño, me subí a un caballo, válgame Dios; mi corazón no se salió, porque mi cuerpo no lo permitía, sentí un miedo terrible; me temblaban las piernas, me sudaban las manos, sentía que no podía moverme. El animal era tan grande y poderoso que yo me sentía inseguro y desprotegido. Créeme, nadie en el pueblo me había hecho sentir algo así.

Yo era un niño de tan solo 09 años, lleno de energía; en cada casa del pueblo a la que entraba, era un dolor de cabeza, todos decían que era un niño terrible, me regañaban, porque no me quedaba quieto, quería tocar todo, preguntar como funcionada, mi curiosidad volvía loco a quien me recibiera. Las respuestas que me deban nunca eran suficientes y con cada explicación yo hacía otra pregunta. Creo que todos se sentían inseguros cuando yo me asomaba y anunciaba mi llegaba alguna casa.

Una tarde llegué al lugar indicado, “el establo” que cuidaba Joaquín. Él era ya un hombre maduro, grande, algo tosco en sus facciones y bastante callado, amaba los animales y trabajaba en una finca a la salida del pueblo. Sus patrones le habían encargado la tarea de cuidar, montar y amansar los caballos.

Recuerdo que me asomé por entre las ventanas del establo y grité, esforzándome para que realmente me oyera: ¿Joaquín puedo pasar? Hubo un silencio por un instante, luego escuche, su voz ronca: claro mijo, dime ¿qué quieres? Entré de repente, pero no pensé encontrarme frente a frente con uno de sus caballos, di un paso atrás, el caballo me miró y sentí como percibía mi miedo. Supe que no quería que yo pusiese un dedo sobre él. Al mirar al caballo a los ojos me paralice. Ese caballo hizo que yo, sintiera mucho miedo. Toda aquella energía que traía de repente se volvió una calma y luego un miedo. Era una sensación que jamás había sentido, podía percibir un nudo en el estómago y mi pies tan pesados que no me dejaban moverme, mi corazón latía a mil por hora, me encantaba sentir eso y me apresure a decir con un susurro para evitar que el animal pasara por encima mío.

Joaquín, quiero aprender a montar un caballo. ¿Podrías ayudarme con eso, por favor? Joaquín quien había visto mi escena con el caballo, como en cámara lenta, sonrió, y casi el mismo tiempo me respondió, ¿estás seguro que quieres aprender a montar un caballo? es un animal fuerte y poderoso, y tu tendrás que… lo interrumpí sin permitir que Joaquín continuara su discurso. Nada ni nadie en el pueblo me ha hecho sentir esto que siento en mi estómago, realmente quiero hacerlo, - mis ojos brillaban - claro si tu estas dispuesto a enseñarme.

Joaquín se volvió mi guía, por así decirlo, me dijo, muchacho, por fin algo ha hecho que puedas enfocar tu gran energía. Si quieres aprender a montar un caballo tendrás que comprometerte a ser el mejor jinete, al montarlo convertirte uno con él. Y tener la seguridad de que tú vas al mando. No de que sean dos y termines en el suelo por no poder manejar tus emociones o tus miedos. Así que anda, arriba. Sus palabras no solo eran una advertencia clarísima, sino las primeras instrucciones, que debía seguir, para poder montar el caballo.

Tu eres quien dirige, si sueltas las riendas dejaras que él se vaya a todo galope, con la libertad de ir donde le plazca, será tu pasión la que acompañara su libertad. Esto lo puedes hacer cuando tengas el horizonte despejado, la vía libre y sin peligro de equivocarte. Pero no en todo el camino, puedes ir se esa manera, tendrás que ir recogiendo las riendas para controlar los pasos, ir más despacio, ser precavido, ser cuidadoso y pensar antes de actuar. Y quizá en otros momentos, puedas tener un ritmo medio, que te permita disfrutar de cabalgar; ver el paisaje, relajarte y soltar un poco el control. Tu seguridad, en cada una de esas maneras de manejar el caballo hará que puedas hacer las cosas siempre, tu seguridad hará que puedas manejar este caballo todas las veces.

Hasta aquí, yo era un chico que nada sabía de caballos, mi primera lección no era para saber cómo me subía o bajaba del caballo, o la manera de sentarme, de coger las riendas o manejarlo. Esa mi primera lección era de como sentirme a mí mismo para poder enfrentar lo que en ese momento era mi miedo. Debía querer, debía elegir y debía comprometerme a hacerlo; fuera la situación que fuera, mi miedo en ese momento era el caballo, solamente la seguridad de poder hacerlo iba a vencer ese miedo, yo debía reemplazar el miedo por la seguridad. Tal cual como montar un caballo es la vida, esa fue mi segunda lección ese día.

Una vez comprendí que yo elegía sentirme seguro frente al caballo, el animal se calmaba, sabio y humilde vibraba con la seguridad que yo sentía, y nos volvíamos uno. Eso es lo que siento cada vez que estoy sobre Tiro, Seguridad, dijo Sergio sonriendo.


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